En un mundo tan lejano a éste, tanto así que ni la imaginación alcanza a llegar, un ángel, que como otros tiene el don divino de leer las almas, pasa por la morada de Minos, el juez de las almas. En ese momento, Minos, estaba juzgando un alma. Este ángel comienza a leer esa vida; momentos después, se siente completamente abatido por la tristeza; éste, después de leer a esa joven, habla con el juez. Le pregunta cuál será el veredicto. El juez, responde “La ley del señor es inflexible, ella, debe pagar su error”. Ella, una mujer que sufrió mucho en vida; perdió un embarazo por
ser golpeada y, aún así, el odio
no consumía tiempo en sus días; nunca tuvo hijos; mas, a sobrinos e hijos de
otros siempre trataba con cariño. Su estado de soledad solo le acercaba dolor,
tristeza en su vida. Hasta que llegada completamente sola a la edad de unos 70
años, casi llegando al final de su vida, se suicida.
- La ley es sagrada – Dijo Minos
- no importa que haya sido una persona buena, nunca tuvo odio a los demás
siempre respeto a todo ser. Sin embargo, la ley debe cumplirse. Atentó contra
su vida.
-Pero, nuestro señor – refuta, el
ángel - nos ha enseñado a perdonar, a dar otra oportunidad a quien se la
merece.
-Ella, ya está aquí y debe ser
juzgada – Alcanzó a responder el juez.
-Entonces, permítele volver a
nacer. Que aprenda en una nueva vida, si no merece el paso por tierras sacras,
al menos, darle una oportunidad de que enmiende su error. Nacen en lugares diferentes, y
aún así, él siente que debe encontrarla... Se somete a una vida de
sufrimientos, solo para comprender el dolor de esa alma que tanto lo había
absorbido.
Él, vivió y creció en un
orfanato. Conoció la humillación y abuso, le supo amargo el sabor del hambre,
comprendió el frío de la soledad en oscuros rincones. Incluso más de una vez se
vio postrado, ante su propia cobardía, en situaciones en que sus fuerzas no
parecían suficientes para levantarse por sí mismo y seguir adelante. Por otra
parte, logró asumir el orgullo de la pobreza material, luchar para sobrevivir.
Sin embargo, un pequeño haz de luz le permitía ver que había algo más allá del
sufrimiento, lejos de las sombras, algo le esperaba. Ese haz de luz, era la
fuerza en sus pasos; sin comprender, del todo, sólo sabía que a un lugar debía
llegar, a la vida de alguien debía llegar. Tenía que levantarse, sin importar
que tan duro fuesen los golpes; alcanzaba a comprender que no solo su alma
dependía de ello.
Ella, que nunca conoció la
pobreza, el hambre ni el frío; que su vida no supo de carencias ni de tantos
excesos. Algo, sin embargo, la sobrellevaba: la soledad. Sin importar cuánto
tratase, no conseguía la forma de abandonar esos sentimientos: dolor, tristeza,
soledad. Su alma no se desprendía de un pasado que su mente no comprendía.
¿Sería, tal vez, que la pérdida de un hijo trasciende las vidas? Sólo algo
seguro había en su andar, el silencio de su alma incapaz de recordar.
Una noche, en que el cielo,
cuando todos se distraen, aprovechó a suspirar sobre la piel de su amada
tierra, regalando su aliento cálido en los oscuros rincones de la corteza;
ella, también sintió la necesidad de suspirar y la soledad y el silencio en su
interior finalmente gritaron: “¡Piedad!”. Y sintió la necesidad de salir de su
pequeño cuarto de pensión, escapar de esas monótonas paredes que parecían
representar su interior y ya no quiso ver más, por fuera, lo que sentía por
dentro.
Salió a la vereda, ya a horas de la madrugada, en
rededor aún se podía sentir el cálido suspiro de Urano, una brisa de redundante
placer consentidor a la piel. Comenzó a caminar sin saber a dónde, sin saber si buscaba o escapaba,
sin saber a qué. Sólo caminar, sólo avanzar. Tal vez hasta revivir o terminar
de morir en lo que su alma sentía arrastrar. Sin embargo, algo sí tenía bien
claramente propuesto… no llegaría al amanecer sin haberlo intentado.
Él, una noche más como tantas
otras había salido a caminar para tratar de combatir el insomnio, caminar hasta
el cansancio y poder dormir. Una vida de desagradables recuerdos ¿Cómo evitar
las pesadillas? Sus preguntas nunca conocían respuestas: “¿Cómo hace el ser
humano, para sobrevivir entre tanto dolor, odio, rencor, envidia, ridículas
guerras por poder, obsesiones por la adquisición material… y más?” “¿Cómo hacen
esas personas que son felices? Acaso ¿Conocerán a otro Dios a parte del que he
conocido? Al que conozco poco le importa si somos felices, sólo quiere que se
cumplan sus reglas y es implacable. Pero ¿Qué hice mal? Siento como si mi alma
hubiese sido amputada y no sé qué es. Y aún así, no puedo dejar de creer que
Dios lo ha sido todo para mí: mi padre, mi maestro, el creador de mi alma. A
veces sueño con el sufrir de miles de generaciones; tal vez por eso al
despertar siento que mi vida, cada experiencia, es para comprender la potencia
oculta en esta sufrida especie… y siempre termino hablando como si fuese de
otra especie; y sólo soy una más del montón, caminando entre ellos; pero, qué
extraño, siempre que los miro a los ojos puedo, simplemente, entender sus almas
y no sé por qué ellos no saben que yo sé, si se supone que si yo puedo ellos
también; somos la misma especie, creación del mismo Dios ¿Por qué no
entienden?”.
En una de esas esquinas por donde el tiempo parece
pasar a descansar de cuando en cuando, por donde los pasos de los desconocidos
predestinados a conocerse, sólo sus pasos alcanzan a llegar, aún sin saber cómo
llegaron, sólo llegan. Ella se distrajo al llegar a la esquina al mirar un gran
cartel en frente en que había pintado un gran ruiseñor, se detuvo casi
conteniendo la respiración. Él, se acercaba por el otro lado, entre preguntas y
preguntas levantó la mirada casi por inercia de su alma tratando de reponer el
paso y la mirada al camino; y quedó embobado mirando el cartel del ruiseñor,
sin entender qué decían las letras debajo de la pintura y se
-Si tanto insistes, ya debes
saber cuál es el precio a tal pedido. ¿Estás dispuesto a arriesgar tu lugar,
por un ser tan caprichoso, por un solo individuo de una especie que contradice
sus propio querer, en sus actos, de mentes que lo mejor que aprenden de sus
errores es cómo volver a cometerlos?
-Es cierto, es una especie
inmadura. La especie completa es como sus niños, necesitan que los mayores
creamos en ellos, para tomar fuerzas y volver a levantarse después de cada
caída; necesitan sentir que creemos en ellos, para aprender de sus errores. Y
así mismo, cuando sienten que no estamos cerca, se aterran, dejan, no sólo de
creer en nosotros, sino, en sí mismos. Tienen la capacidad, la virtud, los
valores correctos, en sus almas; pero sin su creencia, son ciegos conducidos
por otros ciegos. Ningún ser quiere ver, si no cree que la luz sea algo que
vale la pena ver.
Después de larga charla entre
ambos, finalmente le dan la oportunidad de volver a nacer. Pero, algo más
sucede. Ella, nace, seguido de ella, él, somete su inmortalidad, y su sagrado
lugar, solo para seguirla y acompañarla.
distrajo aún más tratando de
leerlas, sin dejar de caminar, de avanzar, a tal grado fue su distracción que
no notó la presencia de la mujer en la esquina, justo frente a él, justo sobre
su paso.
Cuando,
al fin, se conocen, cuando al fin chocaron sus destinos, él es un simple
hombre, al verse ya cruzadas sus miradas, ella notó algo, en esa mirada que le
atravesaba el alma… un ángel bajó, a ella, y despertó un sueño entre las
sombras. Y él, en la mirada de ella, recordó cuánto valía la eternidad de su
alma, el amor de esa mujer, ese único ser en el universo entero,….
Sofia
29 de Enero 2020
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