miércoles, 11 de septiembre de 2013

Y, si te convenzo, podemos alquilarnos para siempre,...

Me fascina.

Me fascina imaginarte en pijama, cocinando lo poco que sabes y demostrando lo mucho que eres. Tumbado en el sofá, viendo una y otra vez lo mismo. Y, que conste, que alquilo porque aún no me dejas comprar. Porque aún no te fías de mí.

Por último.

Por último alquilo el último momento del día. Aquel en el que te debatas entre las olas de la conciencia y el sueño. Aquel en el que dejes de ser tú y, sin embargo, seas más auténtico que nunca. 

Y no. No sólo quiero alquilar esos momentos, sino que quiero alquilarte a ti. Pero un alquiler de los que son para siempre. No me hace falta comprarte. Prefiero que experimentes la apasionada libertad que siempre has deseado sentir. 

Tampoco es necesario que tú me compres a mí. Estaré unos cuantos días en modo prueba. Podrás usarme, sin compromiso. Podrás comprobar cuánto valgo y si merezco lo que puedes pagar. Y, si te convenzo, podemos alquilarnos para siempre.

Y, tranquila. Te repito: no hace falta que me compres. No voy a hipotecarte de nuevo. No vaya a ser que, otra vez, te desahucien de lo que más quieres: 
Tú mismo


Sofía

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